Delegar en los tribunales la resolución de comportamientos polémicos agrava una política carente de argumentos racionales
En este desierto discursivo por el que deambulamos, erráticos, cualquier elemento —de cualquier tipo— que pueda ser considerado como una referencia firme y fiable es acogido con entusiasmo. En el espacio público, en concreto, esto resulta particularmente evidente. Así, la habitualmente denominada “judicialización de la política” no solo estaría lejos de ser algo casual o azaroso, sino que resultaría poco menos que una desembocadura inevitable del proceso de evolución de las ideas en el que llevamos tiempo inmersos. Echemos la vista atrás por un instante para intentar justificar dicha afirmación.

